jueves, 16 de mayo de 2013

AMAOS LOS UNOS A OTROS: PRÁCTICA 238


Hoy fue un día histórico en Puerto Rico.  La mayoría de nuestros representantes gubernamentales en el Senado dieron su voto a favor de la equidad.   Hoy se aprobó la medida que respalda la igualdad de derechos para todas las personas, erradicando el discrimen en el empleo por identidad de género u orientación sexual.  Hoy se dio un paso decisivo en el camino que nos lleva a manifestarnos como una sociedad tolerante, respetuosa e integra.  ¿Y por qué íntegra? Porque si históricamente hemos identificado a nuestro país como uno que acoge las enseñanzas del Cristianismo, entonces, debemos practicar las mismas para que nuestras ideologías sean cónsonas con nuestras prácticas: INTEGRIDAD.

La integridad conlleva, además, la acción de integrar.  Si somos íntegros es porque hay una unificación.  Esa unificación interior, repercute en lo externo como un llamado a la unidad entre todos los seres y por ende, nos integramos.   La integridad nos da fortaleza.  Nada que este dividido contra sí mismo se sostiene.  La integración de todos los sectores de la sociedad nos hace una colectividad poderosa.   Nuestro poder colectivo nos permite manifestar bienestar para todos los que aquí viven y comparten el terruño.  En la medida en que todos los miembros de la sociedad se sienten acogidos, integrados, protegidos y apreciados, nos civilizamos.  De lo contrario, degeneramos y retrocedemos en nuestro camino evolutivo.

Hoy Puerto Rico evolucionó.  Aun cuando casi la mitad del Senado votó en contra de la medida, la mayoría estableció un precedente evolutivo.  Nuestra conciencia colectiva camina en pos de un estado civilizado de co existencia pacífica y sobre todo, amorosa.  Hoy practicamos las enseñanzas del gran Maestro cuando extendió la invitación a amar al prójimo como a nosotros mismos.  Hoy dijimos: “Sí, les amamos.  Queremos su felicidad como queremos la nuestra.  Su bienestar es tan importante como el nuestro.  Hoy les amamos con nuestras acciones.”    Hoy dejamos saber que atrás quedan las fobias, las discriminaciones y el temor a compartir con alguien que no es igual a mí pero que sí es como yo: humano.  Volvemos al sueño de Luther King Jr. cuando imagina el día en que los seres sean juzgados por el contenido de su carácter y punto. 

Hoy aplaudo a Puerto Rico y me aplaudo a mí misma.  Mis creencias y práctica de las enseñanzas de Jesús, Luther King Jr. y de mis padres hoy se convierten en paz para todas las personas con una orientación sexual diferente a la de la mayoría, pero no menos importante.  Hoy amo a los otros como mismo quiero que ellos me amen a mí y celebro la equidad para que la práctica indiscriminada del bien siga siendo la consigna.  !Enhorabuena!

domingo, 12 de mayo de 2013

UNA MADRE EN SU ESPEJO


Es interesante descubrir que el ilustre poeta Kahlil Gibrán, autor del célebre escrito  “Tus hijos”, no tenía prole alguna.  Este poema que comienza y cito: “Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida”, es uno que ciertamente invita a la reflexión.   Aun cuando el autor nos insta a respetar la libertad de los hijos, dicha libertad puede ser exaltada aún si reconocemos a nuestros hijos como una magnífica extensión de nuestro ser.

Nuestros hijos son nuestros ya que forman, junto con nosotros, una misma esencia.  Compartimos vida, alegría, tristezas y energía.  Cuando una mujer decide ser madre, adquiere  tanto la responsabilidad como la persona que crea dentro de su vientre.   Las madres podemos vernos continuamente reflejadas en nuestros hijos.  Ellos pueden mostrarnos, tanto aspectos deseados de nuestra  personalidad, como áreas en las que debemos mejorar, puesto que son imagen y semejanza  de quienes somos.  Por lo tanto, es necesario detenernos en el ajetreo diario y observar con detenimiento a nuestros hijos.

El ejercicio de mirar sus hábitos, destrezas, amistades y formas de expresarse, entre otros, nos da información importante de quiénes son y sobre todo, de cómo están manejando sus respectivos retos a diario.  Las madres somos ese “ojo protector” que anticipa las caídas físicas de los pequeñines y las caídas emocionales que podrían sufrir los más grandes.   La práctica de detenernos a observar con diligencia a nuestros hijos nos conecta con esa sabiduría intuitiva, que por ser madres, ya tenemos.  Esto nos permite, entonces, profundizar en  aspectos personales de los hijos que normalmente no saltarían a la vista.  Al contemplarles desde este punto de apreciación detallada descubrimos fortalezas en ellos y áreas en las que pueden mejorar,  abriendo así espacios para la comunicación efectiva y saludable.   

Al observar  nuestra creación objetivamente y con el menor juicio posible, miramos nuestra propia verdad plasmada en lo externo.  En nuestros hijos está nuestra alma en forma palpable y cuando hay algo de ellos que nos reta o nos molesta, no hay que cambiar nada afuera.   Para que haya una transformación verdadera y sustentable es preciso que el cambio sea  hecho dentro de nosotras mismas.   Así como de niños les protegíamos de nuestros catarros, somos responsables de no contagiar a nuestros hijos con nuestros miedos, faltas de respeto, malos hábitos y pensamientos negativos.

Nuestros hijos son nuestros hijos.  Ellos son, en efecto, el mejor reflejo de quiénes somos y de cómo nuestra vida está impactando el mundo en el que vivimos.  La invitación es a hacer una pausa reflexiva para observarnos en ellos.  Admiremos lo bello, afable y cordial.  Reconozcamos las virtudes y los buenos hábitos.  Los aspectos que necesitan mejoría serán corregidos cuando desde el amor y la aceptación les modelemos el mejor comportamiento.   El regalo más extraordinario que puede recibir una madre en su día es mirarse en el espejo de sus hijos y sentirse plenamente complacida y feliz.