“Y condujo Isaac a Rebecca a la tienda de
Sara, su madre;
y tomó a Rebecca, la cual pasó a ser su
mujer; y la amó”.
Génesis 24:67
Tanto el cristianismo como el judaísmo
comparten un fundamento común: las enseñanzas del Antiguo Testamento. Aun cuando ambas filosofías pudiesen
interpretar las enseñanzas en forma particular, los seres humanos tenemos la
libertad de escudriñar aquello que nos une y celebrar nuestras similitudes.
En nuestra eterna búsqueda por entender
quiénes somos y por qué nos comportamos como lo hacemos, el ser humano ha hecho
investigaciones interminables. Se ha
escrito mucho sobre todo, sin embargo, al final
del día, la verdad está solo escrita en tu corazón y el camino a seguir lo
dicta nuestra intuición.
En preparación al taller de almas gemelas JUNTO AL ALMA DE TU ALMA, una amiga muy
querida me compartió un libro sobre este tema y las enseñanzas de la
Kabbalah. Ahí me topé con el versículo
de inspiración:
“Y condujo Isaac a
Rebecca a la tienda de Sara, su madre;
y tomó a Rebecca, la
cual pasó a ser su mujer; y la amó”. Génesis 24:67
Se acababan de conocer; Rebecca fue prometida
a Isaac y ella aceptó el arreglo. Como
nos ha pasado a muchos de nosotros, la atracción física fue el punto primero de
atracción. ¿Qué nos pasó? ¿Cuándo decidimos ponernos el cinturón de
castidad y alternar el orden establecido para que la conexión física se diera
luego de “amarnos”? ¿Cuándo exactamente se comienzan a amar las personas? ¿Cómo
sabemos qué está ocurriendo? ¡Cuántas
interrogantes y cuánta frustración vivida a través de nuestra vida por querer
complacer los paradigmas de todo el mundo!
Yo imagino que para Isaac, tomar a Rebecca
era un asunto serio, no estaba solo pasando el rato. Imagino que para Rebecca, lograr el amor de
su pareja era un reto y a la vez, un privilegio. Imagino que para llegar a amar a alguien más,
debemos amarnos primero. Ese amor propio
depende de un elemento primordial: tener la valentía de honrar lo que sentimos
y pensamos.
En un taller reciente sobre apoderamiento,
presenté a los participantes con un reto de valentía, basado simplemente en compartir algún deseo que
siempre hayan tenido, pero que nunca se habían atrevido a exponer. El silencio colectivo me paralizó; sentí,
literalmente, sus miedos corriendo por mi espina dorsal. Somos esclavos de nuestros temores, del qué
dirán y hasta del qué no dirán. Somos
cómplices de una cultura silente de castigo: si honras tu verdad, corre peligro
tu vida. Quedé paralizada, al igual que
ellos, ante su costumbre de sabotear su grandeza, por temor a ser juzgados por
simplemente vivir su verdad.
¿Cuántas veces no hemos querido dejarnos ir y
liberar plenamente nuestras emociones, pensamientos y sentimientos? ¿Qué nos detiene? ¿Por qué no escoger a la persona a la que
deseo, tomarla y luego aprender a amarla en vez de buscar todas las formas de
soltarla? Confieso que no tengo la respuesta. Sin embargo, sospecho que tiene que ver con
la decisión de tomarnos a nosotros mismos como el objeto del deseo y el amor
primero, para entonces confiar en que aprenderemos a amar a todos los que estén
frente a nosotros. El punto de la
historia de Isaac y Rebecca no es si hicieron el amor antes o después de las
ceremonias, o los acuerdos o las negociaciones.
El punto es que acordaron aprender a amarse con el tiempo y que su
intención unificada creó toda una generación que desembocó en el nacimiento de
Jesús; el amor personificado. A eso es a
lo que yo llamo poder.
Ciertamente las almas gemelas se reconocen de
vista. Se reafirman con la química
perfecta que la experiencia sexual genera y se unifican en el amor, solo cuando se
toma la decisión de confiar en que el universo va a traer a ti lo que es como
tú y en gratitud, confiamos en que el amor siempre hace su parte. Si la atracción y la química no están, pues
aún hay otras maneras de amarnos, sin embargo, la valentía de decir
honestamente lo que se siente es vital.
En el amor de la relación gemela, ambos honran, no solo el cuerpo de su pareja,
sino también su mente y su espíritu. La
unificación es total y la felicidad es inevitable. Sigue tu intuición y permite que el amor que
buscas y te busca, finalmente, llegue a tu tienda… Inevitablemente la historia tendrá un final
feliz.