domingo, 31 de marzo de 2013

EL CRISTO EN EL VORTEX


Tenía quince años cuando ví a Dios por primera vez.   Acababa de recibir mi primera “decepción amorosa” y fui a un retiro de la escuela a buscar consuelo.  Estaba convencida de que ese día terminaría mi tristeza.  Le dije a Dios con un tono claro,  firme y autoritario: “Te quiero ver”.   No tenía ninguna idea preconcebida de como Dios respondería a mi petición, así que, durante todo el retiro estuve muy alerta, pues sabía que alguna señal me serviría de respuesta. 

Sin embargo, llegó el final del retiro y no había visto a Dios.  Resignada, confesé con un dejo de humildad que no necesitaba el espectáculo que subconcientemente había deseado.   Acepté que ví a Dios durante todo el día en el hermoso espacio del Yunque al cual nos habían llevado.   Dios estaba en los árboles, las flores, el riachuelo, la brisa, en fin, con un poco de atención, realmente podía verlo por todas partes.  Agradecí secretamente no haber sido fulminada instantáneamente por mi reto a la Divinidad.  En aquellos tiempos, el Dios que conocía era capaz de eso y mucho más.  Sin embargo, no sentía ninguna culpa o remordimiento por mi petición.  Más bien, sabiendo que otros habían sido bendecidos con visiones hermosas de Dios, me sentí un tanto decepcionada conmigo misma.  No había logrado manifestar el milagro…..¿O sí?

Me senté para el devocional final al lado de uno de mis mejores amigos.  Frente a mi corría un bello riachuelo y pude notar que el sol se reflejaba suavemente sobre el agua….  De repente, el reflejo del sol comenzó a “salir” del río y venía hacía mí en forma de disco, como un círculo gigantesco de brillante Luz que se formó frente a mis ojos.  Comencé a temblar.  No me atrevía a quitar la mirada o mover mi cabeza pues estaba convencida de que si lo hacía, la visión se iría.   “Esto te lo estás imaginando: al momento que mires para otro lado,  desaparece”, me dije a mí misma, y aun así, seguía temblando de emoción.  Milagrosamente, el auto sabotaje no logró contener las lágrimas que bajaban por mis mejillas.  Hay algo en nosotros que reconoce instantáneamente a Dios y nos recuerda que hay momentos en que la mente sabotea, pero el corazón jamás lo hace.  Con todo y eso, necesitaba la validación.  Mi mente incrédula necesitaba confirmar mi poder, nuestro poder… el poder que mi alma ya sabía que tenía…. 

Fue en ese instante cuando no me quedó otra que decirle a mi amigo: “¡Mira a Dios!”.   El no lo veía.  Como no me atrevía a mover los ojos del disco de Luz, no podía decirle exactamente dónde estaba, sin embargo, su silencio fue como un bálsamo.  “¿No lo ves?  ¡Míralo ahí!”, le decía mientras señalaba sin quitar la vista de la Luz.   Ante su negación, tuve que mirarlo para señalarle.  Tuve que quitarle la mirada a la Luz para compartirla.  El no lo veía y lo más hermoso fue que eso no le impidió creerme, más aún, con su respuesta, él también se convirtió en Dios: “Diani, es sólo para ti….”  Y, efectivamente, cuando regresé la mirada, Dios aún estaba ahí…..

¿Cómo se vive una vida luego de haber visto a Dios?  Pues sencillo: igual a como si nunca lo hubieses visto.  Con días de euforia feliz, altas, bajas, momentos de mucha Fe, de poca, en fin, se vive como vivió el Cristo, quien en su momento más difícil le reclamó a Dios por haberlo abandonado.   Lo glorioso de haberlo visto, es la convicción plena y total de que esa energía que algunos llamamos Dios, Divinidad, la Fuente o como prefieras llamarle, existe.  Nadie puede quitarte entonces lo que es tuyo: Tu Dios y tu poder para manifestarlo al momento.  Sí, yo sigo viendo a Dios.  Ahora cambia de forma y se vuelve ave, ideas divinas, provisión perfecta, sonrisas y abrazos de paz, bondad y bien, consuelo y muchas otras cosas más.  Incluso, para mí, se ha convertido en un Vórtice.  Hoy, cuando dejé la resistencia a compartir esta historia y resucité a mi valentía, volví a ver a Dios.  Ahora brilla dentro de mí.  Aun cuando a veces hay oscuridad, yo sé que brilla en mí.  La invitación es a resucitar a una nueva vida en la cual tienes la certeza de invocar a Dios con absoluta confianza porque lo ves cada vez que te miras a ti mismo, a ti misma...   Tú eres la Luz que aquél día yo vi en el río.

El Cristo en el Vortex es el ejercicio de mi libre albedrío creando mi propia experiencia espiritual.  El Cristo me modela una vida de posibilidades y yo la llevo a un espacio de energía: el Vórtice.  Este espiral energético expande mi bien en todas las direcciones, tanto para mí como para los demás.  Somos libres para co crear nuestras vidas, y por ende, nuestra propia experiencia espiritual.  Nada le place más a la Divinidad que escucharte decirle: “Quiero verte” o “quiero sentirte” o más aún “quiero ser Tú”.  Hoy celebramos el poder extraordinario de un hombre que no se resistió a nada para trascenderlo todo.  Creamos como El.  Seamos como El. 
 ¡Bendiciones y Feliz Pascua de Resurrección!

 

 

domingo, 24 de marzo de 2013

ESCLAVOS MODERNOS


“Somos esclavos modernos”, sentenció cotidianamente el amigo Luis en la fila del banco.  Esta fue su respuesta a mi planteamiento: “¿A quién se le ocurriría pensar que los indios Taínos eran gente pobre?”  Ciertamente, la invitación a mirar mi propia “esclavitud”  justo en la semana en la que celebramos el que, supuestamente, la esclavitud fue abolida, no es casualidad.  La conversación con el amigo Luis fue una clara invitación a la reflexión.   Gracias Luis.

¿Esclavos modernos?  Si partimos de la premisa de que hay algo de esclavitud en nuestras vidas modernas, ¿de dónde viene? ¿Qué detiene nuestra liberación?  En el otro lado del espectro se encuentra la libertad: ¿Cómo nos liberamos hoy en día?

Confieso que lo primero que me llegó a la mente fue la vestimenta de los indios Taínos en contraste con Marshall’s y Plaza Las Américas.  Ciertamente,  muchas personas han caído esclavas del consumo excesivo, al punto de que algunos compran compulsivamente sin tener control alguno de su condición.  Algunos viven esclavizados con la idea de lo que es un estilo de vida “rico”  y con la necesidad de demostrarles a otros que lo tienen.  Algunas personas se han esclavizado en sus trabajos para costear estos estilos de vida, al punto que no se atreven a darle atención a su cuerpo enfermo en un día de trabajo y más aún, van enfermos a trabajar para cobrar un dinero adicional, que tarde o temprano, probablemente, terminarán invirtiendo en su salud.  En otros casos, la pura necesidad de sobrevivir a veces esclaviza a aquel que se sueña libre de hacer el tipo de trabajo que realmente ama hacer.  Como bien reflexionó Eduardo Galeano en su libro Patas Arriba: “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo.  Unos no duermen con la ansiedad de tener las cosas que no tienen y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.” 

Algunas personas más débiles han caído esclavas de las adicciones.  Algunos son adictos al alcohol, las drogas, el teléfono celular, la Internet, el sexo, los fármacos,  la televisión, en fin, son esclavos de cualquier cosa que les ayude a enajenarse de un mundo que no le produce felicidad, paz o bienestar.  Quizás, de todas las esclavitudes, la más triste es la de aquéllos que escogen ser esclavos en una relación en la cual están plenamente  conscientes de que no son felices.  Puede ser una sociedad, una amistad o un matrimonio.   Es lamentable cuando en una relación pareja, las personas escogen ver lo que puede ser una comunión como una esclavitud.  En el caso de las parejas infelices que sostienen una relación tóxica o enfermiza y escogen no sanar o terminarla, en ocasiones acuerdan “flagelarse continuamente” ya sea por “los hijos”, “la condenación de la iglesia” o “el que dirán”, entre otras razones muy válidas para justificar su esclavitud.  Así siguen como almas en  pena arrastrando las cadenas, pidiendo que se dé un milagro, que muy bien pueden hacer ellos, pero se rehúsan, tal vez porque el miedo opaca la feliz oportunidad de co crear una vida nueva en una relación saludable y de libertad, ya sea con la Divinidad o con otra persona.

 En fin, al cabo de esta reflexión puedo concluir que, aun cuando logramos una liberación de la esclavitud física de los seres humanos, seguimos siendo esclavizados por nuestra mente y emociones.  Los miedos nos mantienen sumidos en una esclavitud mental.  ¿Qué nos detiene de ser libres? El miedo.  ¿Cómo apoderarnos?  Un buen comienzo es reflexionando sobre cuán importante es el concepto LIBERTAD para  cada quién.  En lo profundo de nuestro ser, aun nos sentimos impotentes frente a las situaciones que vivimos al punto tal, que el miedo nos paraliza  y nos impide tomar acción hacia la creación y manifestación de una vida libre y feliz. 

La invitación es a definir LIBERTAD de acuerdo a nuestros propios términos y emociones.  Luego, decidir si esa LIBERTAD es tan preciada, que en efecto, vale la pena luchar por ella.  El tercer paso, el plan de acción hacia una vida de paz y bien basada en el cumplimiento de nuestros más anhelados sueños.  Ninguna persona se desea así misma el mal; todos nos vemos viviendo vidas hermosas y felices.  Miremos de nuevo a los Taínos o a la cultura primitiva de tu preferencia: los Mayas, los Samurais, en fin, la cultura cuya vida te haya impactado por su sencillez y eficacia.   Evaluemos que hacía de esas vidas una vida de LIBERTAD  y comencemos de nuevo a co crear el Paraíso perdido, un paso a la vez, comenzando por ti y por mí y dejemos de esperar a que alguien venga a hacerlo por nosotros….   PAZ, LIBERTAD Y BIEN.

domingo, 10 de marzo de 2013

LOS PATRONES NUESTROS DE CADA DÍA


Durante mi más reciente taller de almas gemelas, tuve la oportunidad de compartir con un grupo extraordinario de seres poderosos, comprometidos con manifestar una relación de pareja Divina.  Hablamos de varios temas y se compartieron ejercicios muy profundos con el propósito de entender los obstáculos que nos limitan en nuestra meta de alcanzar una relación de pareja duradera y saludable.   Gracias a que los participantes de estos talleres son seres muy valientes que comparten sus experiencias, yo tengo la oportunidad maravillosa de nutrirme también, convirtiendo cada experiencia en un balanceado compartir en donde damos tanto como recibimos. 
Entre los participantes, hubo una persona que me compartió, terminado el taller, que gracias a lo que había aprendido, se había dado cuenta de que siempre, durante los años de matrimonio, había sido más pariente que pareja de la persona con la que se había casado.  Habíamos compartido la importancia de ver nuestra relación con nuestros padres y su relación entre ellos para entender nuestros patrones.  Para esta persona este ejercicio de observación era algo nuevo.  Su descubrimiento le traerá una nueva conciencia a la hora de evaluar un compromiso con su próxima pareja. 
¿Qué valiosa información recibimos de los patrones observados en el hogar?  ¿Qué nuevos patrones de comportamiento hemos creado?  ¿Estos patrones, son favorables a nuestro bienestar?  Si no es así, ¿por qué los seguimos repitiendo? 
Una buena práctica para cambiar y elevar nuestro punto vibracional con el fin de no atraer experiencias negativas a nuestro entorno es observar la información de las relaciones que ya hemos atraído hacia nosotros en el pasado.   Cuando existe un patrón consistente, ese patrón nos da información valiosa sobre nosotros mismos.  Al mirar cual es la característica que se repite en nuestras relaciones, esa información nos ayuda a sanar sabotajes interiores o si es positivo, nos ayuda a capitalizar en nuestras fortalezas para así, atraer a nuestra experiencia más oportunidades de bienestar.  Por ejemplo, conozco el caso de una mujer muy co dependiente cuyo patrón era atraer hombres maltratantes  que se aprovechaban de ella.  Cuando su relación anterior terminó debido a un accidente fatal de su pareja, en el mismo hospital se encontró a un nuevo prospecto con unas características tan disfuncionales como las que había manifestado en su relación anterior.  Sin darse el tiempo de estar a solas para re evaluar y sanar, comenzó su nueva relación y el resultado no se hizo esperar: una orden de protección. 
Cuando continuamos atrayendo relaciones maltratantes, disfuncionales, tóxicas o drenantes, cualquiera que sea el caso, es necesario hacer pausa.  Es importante aprender a estar solos con nosotros mismos, en silencio, preguntando y escuchando, para que  nuestra sabiduría superior pueda brindar las respuestas correctas.  En el caso extremo de que estos patrones hayan afectado severamente nuestra salud física, mental, emocional u espiritual, entonces es necesario pedir ayuda profesional.
Observa tu vida y tus relaciones suavemente y con bondad.  Cada una tiene información valiosa para ti, aún aquellas en las que más sufriste.   Siempre hay un ángulo de gratitud que nos permite entender, que gracias a estas personas, ya tienes pleno conocimiento de lo que no quieres en tu vida, por lo tanto, lo mejor comenzó su marcha hacia ti, cuando con determinación dijiste: “Esto no lo quiero más en mi camino.”  Ámate, bendice a los que no supieron hacerlo y suelta para que tus manos abiertas puedan recibir todo lo bueno que viene en camino para ti.  Bendiciones y Luz Divina.