domingo, 20 de abril de 2014

UN CLAVO EN EL CORAZÓN


 Desde hace varios años practico la Cuaresma.  Y te preguntaras: ¿Cómo se practica eso?  En la co creación de una espiritualidad funcional para mí, basada en mi formación cristiana, valores y conciencia de amor universal, decidí llevar a cabo una peregrinación simbólica por el desierto de mi vida.  Lo que esto significa es que utilizo la experiencia del maestro Jesús y la aplico de forma simbólica.  Primeramente, identifico un área de mi vida espiritual que deseo mejorar o interpreto algo de la vida del Maestro que deseo entender en mi propia experiencia.  Luego observo detenidamente por cuarenta días las cosas que llegan a mi experiencia en forma de lección. 

En esta ocasión, al comenzar mi “Cuaresma Regenarativa” enfoqué en mi sanación personal dejando espacio para que el Universo revelara aquello que debía de sanar.  Como abrazo todas las doctrinas que me alimentan el alma, mi Cuaresma comienza con la misa de la iglesia Católica, aún cuando nunca he practicado el Catolicismo.  Sin embargo, escuchar a Padre Efraín es una suprema experiencia religiosa.  En esta ocasión me recibió con un gran abrazo y un clavo con una cinta violeta.  No creo en el pecado como algo que describa quién soy, así que felizmente lo miré y con la franqueza que me caracteriza pregunté: “¿Y esto, para qué es?”  Padre Efraín, con su acostumbrada sabiduría ancestral me miró de medio lado y dijo: “Ya verás”.   Mientras miraba mi clavo con cara de “yo nunca he clavado a nadie”, Padre Efraín comenzó la misa y sentenció:  “Ese clavo que tienen en sus manos es una invitación para que durante los próximos cuarenta días piensen a quién le han clavado un clavo en el corazón.”

Confieso que se me fue el aire y rápidamente comencé a pasar lista.  Sólo pude pensar en una persona, sin embargo, la memoria del clavo me acompañó por mi simbólico desierto.   Durante esta Cuaresma observé con cautela todas las experiencias que estaba generando afuera, pero más aún, me observaba por dentro.  Cada día veía mensajes poderosos y a veces contradictorios.  Al meditar, pensaba en el clavo y lo que provoca un clavo en el corazón.  No me quedó otra que mirar mi dolor; un clavo en el corazón produce mucho dolor.  Como apoderadora, parte de mi filosofía es practicar la felicidad.  Me sentí muy complacida cuando, durante ese período, Lily García me mostró su reflexión sobre herramientas de las personas felices y mi nombre estaba en él.  Buena, muy buena señal.  Sin embargo, el clavo seguía ahí y es inevitable reconocer que en mí había mucho dolor que no se había sanado, llorado o aceptado.   La sanación entonces tomó un profundo giro cuando entendí que hay mucho dolor enterrado que debe ser amado para convertirse en la más diáfana luz…

En este proceso de valor, debo reconocer que uno de mis más grandes maestros de la valentía y la sanación es mi amigo y gurú, Benito Massó Jr.  En su primer libro auto biográfico NEGRO: Este color que me queda bonito, Benny abre su corazón para mostrarnos el dolor del racismo sufrido en su vida y  su magno proceso de sanación.  Un maestro es aquel que no teme mostrar su fragilidad para luego compartir su camino de poder hacia la libertad, hacia su resurrección.  Benny sufrió mucho y logró convertir su experiencia en una vida de abundante alegría que comparte con su familia, amigos y ahora, en su nuevo libro, con el mundo.  En el desierto de nuestra vida, al reconocer nuestros demonios, podemos identificar nuestro ego, nuestros miedos, las falsas creencias o nuestra necesidad continua de hacer responsables a otros de la vida que creamos desde nuestro poder mental, entre otros.   Lo hermoso es entender que esos “demonios” son los regalos que al mirarlos y vencerlos nos llevan a una crucifixión simbólica de lo que no funciona en nuestras vidas para emerger a una magna resurrección de poder con una vida plenamente iluminada.

Hoy no miro los clavos que he puesto en el corazón de otros; miro a quienes pusieron un clavo en el mío.  Los miro con gratitud, compasión, perdón y con un deseo tan y tan profundo de abrazarlos que es una total transfiguración, como la de Jesús, a un espacio en el que todos somos Luz.  Al finalizar mi oración, ayuno y silencio en Viernes Santo, tiré el clavo al río y me sentí feliz.  Ya el sábado de Gloria estaba disfrutando esta sanación y celebrando con una satisfacción difícil de describir.  Hoy resucito a una vida libre de dolor.  El proceso continúa, no termina hoy.  Sin embargo, mi corazón está encaminado a una felicidad total, donde el dolor, se queda, con los demonios, en el desierto.  Gracias Efraín, gracias, Benny, gracias Maestro Jesús, gracias, gracias DIOS.  ¡Feliz Día de Resurrección y Eterna Luz!

 

 

domingo, 6 de abril de 2014

SURFEANDO LOS MIEDOS


Desde pequeña me ha fascinado el mar.  Solía sentarme, de niña, en el puente del Caribe Hilton a hablar con el mar.  Es como si Dios y yo nos habláramos en las olas, porque literalmente, he tenido conversaciones interminables con el agua.   De joven esa pasión evolucionó al descubrir la diversión del “body surfing”.  Me encantaba ir a restregarme entre las olas en la playa que está en el Condado detrás del hotel La Concha.  La fiebre terminó un día que cogí mal una ola y literalmente me sentí como si me hubiesen tirado contra el piso.  No podía respirar porque la fuerza de la ola no me dejaba subir y me seguía revolcando sobre la arena.  Por primera vez comencé a respetar el agua.  Vi que la posibilidad de que se te rompiera el cuello como una galleta era muy real y que había que tener mucho cuidado a la hora de desafiar esa fuerza.  Técnicamente me retiré de mi vida de “surferita” hasta que llegué a un paraíso llamado Rincón. 

Ver a los surfistas profesionales es algo impresionante.  Es como estar observando un ballet acuático.  Los que practican “body surfing” son como malabaristas de circo.  Nunca había visto a alguien hacer un giro de 360 grados en el agua hasta que llegué a Rincón, y me deshacía en la orilla queriendo poder hacer lo que aquellos profesionales hacían.  Un día, al fin me armé de valor y le dije a mi mejor amigo de Rincón que estaba lista para irme al agua.  Surfista profesional, con poca o nada de paciencia para chicas principiantes, me miró con cara de “esta va a tragar agua en la orilla”.   Aún así me equipó con chapaletas, tabla profesional y me dio instrucciones básicas de supervivencia en el agua.  Llegamos a la playa y nos lanzamos.  Mi amigo estaba impresionado con mis braceadas y con el hecho de que había llegado a mar adentro, lugar donde surfean los profesionales, sin quejarme o poner cara de susto.  Me felicitó, me dejó allí para que comenzara a hacer lo mío, y ahí empezó lo bueno. 

Diferente a las tablas en las cuales la gente se sienta o en las bicicletas cuando la gente se para, no tenía ni idea de cómo parar a respirar y descansar.  Las olas me tiraban de un lado a otro y el esfuerzo de mantenerme a flote era más de lo que yo pensaba.  Comencé a sentir taquicardia y la respiración estaba comenzando a acortarse.  No quería interrumpir el disfrute de mi amigo, así que con el mismo “guille” con que entré al agua tuve que salir, y entender que hay que empezar poco a poco. 

Hoy leyendo el nuevo libro  de mi amiga Coach Lily García, al fin hice “click”.   El dolor de oído que he estado padeciendo tiene mucho que ver con la experiencia del susto de Rincón y también con la simbología en mi vida de que el mar representa mis miedos.  Por mucho tiempo soñaba con tsunamis y con mi proceso de correr aterrada hasta el momento en que, superados mis miedos a nivel consciente, me lanzaba al mar a ayudar a otros.  Lanzarme al mar es un símbolo de mi decisión de lanzarme a ser Coach y de atreverme a lanzarme como poeta.  Mi cambio de vida para dedicarme al apoderamiento  y trabajar por mi cuenta ha sido como lanzarme al mar embravecido con una tablita debajo del brazo.  Exponer mis mas íntimas emociones a través de la poesía requiere aún más valentía.   Por supuesto que habrá resistencia y por supuesto que va a explotar por algún lado de mi cuerpo.  Ahora sí puedo sanar.  Cada proceso estará acompañado de un trabajo interno profundo para enfrentar mis miedos y manejar mi nueva encomienda con la certeza y seguridad de un surfista profesional.

En conclusión;  todo lo que pueda estar ocurriendo a nivel físico en tu cuerpo tiene una correspondencia exacta con algún proceso de tu vida.  En la medida que sanas la experiencia, la alerta o disfunción física desaparece.   Conocer nuestra energía y nuestros procesos de vida son el camino a la sanación.   Aprendamos a entender el lenguaje silencioso de nuestros cuerpos y vivamos plenamente y en salud total aprendiendo a cómo sanarnos nosotros mismos como lo hacía el gran Maestro, sanador de sanadores, Jesús el Cristo.  Aún queda algo de la Cuaresma Regenerativa; seguiremos caminando en el desierto simbólico de nuestra vida, descubriéndonos, liberándonos… y de vez en cuando, conversaremos un ratito con el mar…