domingo, 6 de noviembre de 2016

¿CÓMO SE AMA A UN PAÍS?

Hay gente que conoce la respuesta a esta pregunta: ¿cómo se ama a un país? Hay personas muy valientes que luchan por un país. Hay otros que van a la guerra y están dispuestos a matar por defender el suyo. Hay personas que construyen países y gente que vive solo para su país. La historia está llena de los relatos de estas personas.  Algunos les llaman héroes y heroínas. Hay un sentido de unidad y pertenencia que viene de la tribu; de las personas que habitan la Tierra que te recibe. Hay gente que se conecta a través del lugar dónde vive. Hay personas dispuestas a dar la vida por un país; yo no soy una de ellas...

Una vez escuché a un hombre compartir esta historia. Su hijo le preguntó si en el planeta había países con menos violencia y criminalidad que el nuestro:

Padre: “Seguro hijo, Portugal es un país con muy baja criminalidad.”

Hijo: “Pues, papi, ¿por qué no nos mudamos a Portugal?”

Padre: “Porque si nos mudamos a Portugal, ¿quién luchará por nuestro país?”

Recuerdo que lo único que sentía era horror ante la escena y mucha compasión por ese niño, que le estaba pidiendo una mejor vida a su padre, que estaba demasiado ocupado con su propia visión como para escuchar el reclamo de su hijo. Pensé en mi hija y en que ella también vivía, en ese tiempo, en el mismo país. “Luchar o huir”; el paradigma de muchos países en el Siglo 21. Aún tengo fresca en la piel el rocío frio de la madrugada en que llevé a mi hija al aeropuerto para tomar el avión que la llevaría a un país con menos violencia… lejos de mí. Me sentía como la madre de Moisés cuando lo colocó en el río para salvarle la vida. Hoy, al escribir esto, veo como esa conversación debía ocurrir frente a mí. Necesitaba entender que los hijos se merecen la mejor vida posible y que el control de un país no está en nuestras manos, pero la cocreación extraordinaria de una vida empoderada, en cualquier lugar del planeta, eso sí es posible.

¿Cómo se ama a un país? Pues lo primero que debemos aprender es como se ama. Poco hemos conocido sobre el tema, porque si de verdad entendiésemos ese concepto, no habría violencia, ni sería necesaria la guerra, ni hubiese tanta criminalidad, sin embargo, reconozco que para sanar lo que veo afuera debo sanar yo primero. La Ley de Correspondencia que establece que, como es adentro es afuera, me muestra mi propia realidad interna en lo externo. Si abrazo la visión, entonces puedo amar y transformar. Si no logro amar la visión, es hora de mirar más profundo. Si desde el amor practico técnicas de perdón, como lo es el Ho’oponopono, puedo tener la certeza de que mi amor transforma. “Lo siento, perdóname, te amo, gracias,” se convierte entonces en un mantra de vida que sana a un país entero.

Mi pasión siempre ha sido la Divinidad. Esa energía se ha bifurcado de maneras impresionantes para ofrecerme mil formas de conocer el amor y regresar a mi energía matriz. Amar un país es parte de la experiencia, pero la pregunta es: ¿cómo puedes amar a uno y a otro no? ¿Cómo te sientes parte del agua, el viento, las nubes y las lumbreras que sostienen la vida de todos, amando a un pedazo de Tierra y despreciando a otro del mismo planeta que nos sostiene? La cocreación de un planeta entero en interdependecia y armonía es una utopía realizable. Solo una persona impresionantemente desempoderada pensaría lo contrario, pero, ¿a cuesta de qué? ¿Qué debe pasar para que nuestros hijos no tengan que pedir exiliarse hacia la paz?

HAY QUE DEJAR DE ODIAR.

Si no es posible amar, al menos, podemos dejar de odiar. Entrar en un estado neutro de observación, sin apasionamientos ni dramones, es posible.  Podemos dejar de insultar a quien piensa diferente. Podemos elegir un gobernante sin tener que hacer su campaña política el centro y eje de nuestras vidas. Los hermanos que intentan convencer a otros de que su criterio político es el correcto, actúan igual que los hermanos que van casa por casa explicándoles a otros quien es Dios con la esperanza de “convertirlos” a su Fe, sin ni tan siquiera conocer a la persona a quien les hablan. Es todo lo mismo; el juego de los controles haciendo lo suyo. Usted tratando de controlarlo todo para tener paz externa, porque la paz interna brilla por su ausencia.

Pienso que amar a un país es posible; solo hay que encontrar la Divinidad en él y eso es muy fácil. Amo el Río Grande de Loíza, amo las playas de la Carolina, El Yunque, los bonsái en mi balcón, los arcoíris y despertarme con el canto de un ave en mi ventana. Amo las estructuras antiguas, los cuentos de mi abuela y los poemas del abuelo; amo la belleza de un Flamboyán, las olas de Rincón y la bondad de quien recoge un animal realengo… Amo, amo, amo… Cuando no amo, que a veces pasa, trato de hacer silencio hasta regresar a ese estado de apreciación y luz que me recuerda que mi país le pertenece al Divino y no a ningún sistema, ni partido político. Reenfoco y honro el regalo que me ha sido dado y dejo de mirar lo que otros hagan o dejen de hacer con el regalo; me enfoco en honrarlo yo primero. Entonces, amo y me lanzo a la acción. Reciclo, hago trabajo voluntario, siembro un jardín en mi comunidad, me sano y comparto sanación dedicándome a empoderar a otros. Hago lo que el amor haría. Cuando estás tan ocupado con el amor, no queda mucho tiempo para otros menesteres.  

No sé cómo amar a un país; eso me da mucho trabajo. Estoy aprendiendo a amar lo que tengo cerca y eso se expande. El martes hay que elegir un nuevo gobernante desde el amor. Creo que algunos aman al país y puede que otros lo usen para su beneficio. No sé cuál es cual, ni quién hace lo que hace por amor, pues por lo regular, luego de las elecciones, no se sabe más de ellos por cuatro años. Pues hoy decido que YO SOY quien gobierna. Me toca bendecir a todo un país y mantenerlo en alta vibración, abundante y lleno de paz. Me toca a mí perdonarme y pedir perdón por todos los que la han mutilado, usado y transgredido. Me toca a mí sanar a mi país; me toca a mí pagar la deuda. SOY YO, entonces, quien dirige el Bien y, desde ese lugar de empoderamiento TOTAL, puedo crearle al chico de mi historia el país que su papá sueña…



                                                                Arte: Veronica Rubio

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