“Somos esclavos modernos”,
sentenció cotidianamente el amigo Luis en la fila del banco. Esta fue su respuesta a mi planteamiento: “¿A
quién se le ocurriría pensar que los indios Taínos eran gente pobre?” Ciertamente, la invitación a mirar mi propia
“esclavitud” justo en la semana en la
que celebramos el que, supuestamente, la esclavitud fue abolida, no es
casualidad. La conversación con el amigo
Luis fue una clara invitación a la reflexión.
Gracias Luis.
¿Esclavos modernos? Si partimos de la premisa de que hay algo de
esclavitud en nuestras vidas modernas, ¿de dónde viene? ¿Qué detiene nuestra
liberación? En el otro lado del espectro
se encuentra la libertad: ¿Cómo nos liberamos hoy en día?
Confieso que lo primero que me
llegó a la mente fue la vestimenta de los indios Taínos en contraste con Marshall’s y
Plaza Las Américas. Ciertamente, muchas personas han caído esclavas del
consumo excesivo, al punto de que algunos compran compulsivamente sin tener
control alguno de su condición. Algunos
viven esclavizados con la idea de lo que es un estilo de vida “rico” y con la necesidad de demostrarles a otros
que lo tienen. Algunas personas se han
esclavizado en sus trabajos para costear estos estilos de vida, al punto que no
se atreven a darle atención a su cuerpo enfermo en un día de trabajo y más aún,
van enfermos a trabajar para cobrar un dinero adicional, que tarde o temprano, probablemente,
terminarán invirtiendo en su salud. En
otros casos, la pura necesidad de sobrevivir a veces esclaviza a aquel que se
sueña libre de hacer el tipo de trabajo que realmente ama hacer. Como bien reflexionó Eduardo Galeano en su
libro Patas Arriba: “Quien no está preso de la necesidad, está
preso del miedo. Unos no duermen con la
ansiedad de tener las cosas que no tienen y otros no duermen por el pánico de
perder las cosas que tienen.”
Algunas personas más débiles han
caído esclavas de las adicciones. Algunos
son adictos al alcohol, las drogas, el teléfono celular, la Internet, el sexo,
los fármacos, la televisión, en fin, son
esclavos de cualquier cosa que les ayude a enajenarse de un mundo que no le produce
felicidad, paz o bienestar. Quizás, de
todas las esclavitudes, la más triste es la de aquéllos que escogen ser
esclavos en una relación en la cual están plenamente conscientes de que no son felices. Puede ser una sociedad, una amistad o un
matrimonio. Es lamentable cuando en una
relación pareja, las personas escogen ver lo que puede ser una comunión como
una esclavitud. En el caso de las
parejas infelices que sostienen una relación tóxica o enfermiza y escogen no
sanar o terminarla, en ocasiones acuerdan “flagelarse continuamente” ya sea por
“los hijos”, “la condenación de la iglesia” o “el que dirán”, entre otras
razones muy válidas para justificar su esclavitud. Así siguen como almas en pena arrastrando las cadenas, pidiendo que se
dé un milagro, que muy bien pueden hacer ellos, pero se rehúsan, tal vez porque
el miedo opaca la feliz oportunidad de co crear una vida nueva en una relación
saludable y de libertad, ya sea con la Divinidad o con otra persona.
La invitación es a definir
LIBERTAD de acuerdo a nuestros propios términos y emociones. Luego, decidir si esa LIBERTAD es tan
preciada, que en efecto, vale la pena luchar por ella. El tercer paso, el plan de acción hacia una
vida de paz y bien basada en el cumplimiento de nuestros más anhelados
sueños. Ninguna persona se desea así
misma el mal; todos nos vemos viviendo vidas hermosas y felices. Miremos de nuevo a los Taínos o a la cultura
primitiva de tu preferencia: los Mayas, los Samurais, en fin, la cultura cuya
vida te haya impactado por su sencillez y eficacia. Evaluemos que hacía de esas vidas una vida
de LIBERTAD y comencemos de nuevo a co
crear el Paraíso perdido, un paso a la vez, comenzando por ti y por mí y dejemos
de esperar a que alguien venga a hacerlo por nosotros…. PAZ, LIBERTAD
Y BIEN.
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