"Río Grande de Loíza,
alárgate en mi espíritu…..” Julia de Burgos
A la altura del valle de la
Carolina, lugar donde nace el magistral poema Río Grande de Loíza, de la
insigne Julia de Burgos, yace parte de este magnífico cuerpo de agua. Nace en San Lorenzo. Viaja confiado por entre los montes de
Caguas, hasta toparse con una muralla a la vuelta de Trujillo Alto. Sin embargo, esa barrera no le detiene. Sobre pasa el obstáculo y se mueve
confiadamente a través de Carolina, bordeando suavemente las colinas,
bautizando a Canóvanas y derramándose finalmente sobre la delta de Loíza. Se cuenta que Julia de Burgos, nacida en el
barrio Santa Cruz de Carolina y maestra de profesión, salió un día al patio de
la escuela donde trabajaba y se sentó sobre una piedra a observar el río. Ese día, el río volvió a nacer; esta vez,
brotó del alma de la poeta.
Vivir cerca de la naturaleza es
calidad de vida. El ajetreo diario puede
ser un elemento drenante. Ciertamente
vivir se puede convertir en “mucho con demasia’o”. Demasiadas cuentas, demasiadas
responsabilidades, demasiadas tareas, demasiadas personas a las que complacer,
demasiadas noticias, demasiado…. Sin
embargo, cuando nos detenemos en el agite para disfrutar de una bella vista,
damos aliento a nuestra mente y espíritu.
Las pausas naturales se vuelven una oportunidad de recargar y soltar
aquello que no debemos continuar cargando o simplemente, dar espacio a la mente
a divagar en el momento presente sin forzar nada. Nos deleitamos por un instante en el placer
del Ser, pues no hay nada que “hacer”, excepto dejarse fluir…
Tanto el río como el mar son
excelentes lugares para deleitarnos. En
nuestro país somos afortunados ya que todos tenemos acceso a uno u el otro sin
tener que viajar muy lejos. Bendiciones:
muchas con demasiadas. Hay vida en
abundancia a nuestro alrededor, sin embargo, para absorber esa belleza, como
hizo Julia de Burgos, debemos honrar las pausas y buscar los espacios y el
tiempo para darnos el banquete espiritual de detenernos a contemplar, desde
nuestra paz, la naturaleza. La invitación
es a fluir…. dejarse ir… Mirar el río y
mirarnos por dentro para que las maravillas que nos rodean se continúen
alargando en nuestro espíritu hasta llevarnos al mar infinito, donde las aguas
dulces y saladas se juntan y todo se
vuelve UNO. Bendiciones.
!Qué palabras tan particulares, tan hermosas, tan especiales para las almas cansadas de la fatiga y de la vorágine de este entorno tan duro, tan de cemento y varillas, donde los niños nunca han oído al sinsonte, o a un ruiseñor emocionado. Río del espíritu, río peregrino, río de asientos hechos piedra, donde tantas mujeres lavaron el sudor de los hombres del surco y de la tierra, río de sombras hechas sombrillas en la altura de las copas floridas de los árboles, y remanso de los caminos de sol. Río mujer --como tú ahora, Diani-- anunciadora del renacer de cada día, sembradora de paz y de esperanza, confiada misionera de palabras muy bien acomodadas, que no solamente persuaden sino que arrastran. !Qué bueno me ha resultado tenerte, Dianiluz! Las palabras sanan, son medicinales, y al leerte sentí tu respiración soplando esta brisa de palabras hilvanadas con tus hilos de plata. Sentí tu mano sobre mi frente como las hojas del río, en ánimo de cataplasma que alivia, que nos suaviza el alma, y que purifica la sangre igual que la corriente de las aguas que se deslizan suaves, o de las aguas que nos bañan. Me resulta tan fácil decir lo que ahora digo: !Gracias! [kike otero]
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