lunes, 24 de junio de 2013

SÚPER LUNA, SÚPER SOL


Hay momentos extraordinarios en los cuales la naturaleza lleva acabo actos espectaculares para dejarnos sin aliento.  Una lluvia de estrellas, un arcoíris doble, una marejada gigantesca, flores de dos colores, en fin, se luce ante nosotros para llamarnos la atención.   En estos días, los astros tomaron el protagonismo.  Tanto el sol del solsticio de verano como la súper luna, han acaparado la atención de muchos, a juzgar por los rituales de recibimiento del verano y  la cantidad de veces que vi la luna retratada en Facebook.

Los astros siempre han sido un foco de fascinación para los seres humanos.  Desde tiempos ancestrales, el culto a las lumbreras celestes marca la vida de las personas.   El sol se presenta como la fuente de vida en casi todas las culturas nativas del planeta, si no en todas.  Desde la deidad solar Ra, de la mitología egipcia, vemos los astros a través de muchas culturas como una presencia identificada con la divinidad.  En la mitología celta encontramos a Lug, mientras que los incas invocaban a Inti y para los griegos, Apolo representaba al sol. 

Por su parte, la luna muestra sus ciclos más claramente.  Esto ha llevado a que, a través de los siglos, la luna sea guía para los procesos de la vida.  Las siembras, las cosechas, las mareas, en fin, mucho de la vida gira alrededor de la luna y sus fases.  Al igual que el sol, que representa la muerte y la resurrección a diario, la luna lo hace de forma mensual.  En general, identificamos a la luna con la energía femenina.  En la mitología griega encontramos a Artemisa como la representante de la luna, y a la diosa Chang’e en la tradición china.   Hay culturas, como la japonesa, en la que encontramos que la figura femenina, Amaterasu, representa al sol, mientras que su hermano, Tsukuyomi, representa la luna. Queda claro que las energías de los astros pueden representar tanto lo femenino como lo masculino.

Me atrevo a teorizar que la fascinación que tenemos con los astros es porque nos recuerdan que todos somos dioses y diosas.  La naturaleza nos llama la atención para que la miremos y nos miremos a nosotros mismos.  Cuando observamos estas grandes luminarias, a las que a través de la mitología les hemos dado características humanas, nuestra naturaleza nos lleva a “divinizarnos” al contacto con los astros.  Somos llamados a admirarnos a nosotros mismos como extraordinarias extensiones de lo divino.   Nos visualizamos hermosos, poderosos, dadores de vida, participantes de los ciclos, en fin, nos vemos dioses.  Logramos olvidar nuestras limitaciones humanas y nos encontramos con la pura energía que irradian, tanto el sol como la luna, y recordamos, inherentemente, nuestra grandeza.  Muchas culturas aprovechaban estos fenómenos para hacer sacrificios en los tiempos antiguos.  La invitación es a sacrificar los pensamientos de limitación, la falta de auto estima espiritual, la necesidad de sentirnos menos que lo divino y a que abracemos los astros como nos abrazaríamos a nosotros mismos.  Démonos generosamente la oportunidad de vernos en el espejo de las grandes creaciones de la naturaleza y hagamos el ejercicio apreciativo de admirarnos a nosotros mismos como admiramos la súper luna o el súper sol de nuestro esperado solsticio de verano.  Bendiciones para las diosas y los dioses.  

 

 

 

1 comentario:

  1. LUNA Y SOL
    → Ay Dianiluz, tú siempre con pensamientos hermosos, además muy espaciosos e inclusivos, dónde hoy nos remontas como soles al cielo que habitamos, muchas veces sin verlo, sobre nuestras enceguecidas cabezas. En momentos sol, en momentos luna, pero hay brillo en las miradas. Y claro, no sobraría mencionar que precisamente la luna, la luna-mujer principalmente, ha sido un vehículo extraordinario para no solamente admirar a la mujer, sino para envidiables declaraciones de amor, donde no han faltado nunca los versos, y menos aún la canción, así como otras deliciosas delicadezas.

    → Ahora bien, te comento algo: Yo, que me considero un hombre que disfruta de la verdad en su boca, ‘no mi verdad –como decía San Agustín—sino la verdad’, entiendo vastamente lo que enseñas, mucho más cuando hay tantas personas que necesitan de la palabra certera, y del decir bondadoso que levante su espíritu y les devuelva la vitalidad, ahuyentando la muerte de sus propias vidas. !Qué caray, todos hemos sido luz en variados momentos, y todos, en otros momentos de aprendizaje y menos afortunados -- ojalá que los menos -- hemos sido sombras! Y es que hasta para aprender a caminar en las sombras en busca de la luz, se necesita convertirnos en lumbre y pábilos encendidos, y saber también, al encontrar la senda de las estrellas, dónde pisar sin caer al vacío.

    → Así, en procura de saber el valor de las cosas, para no envanecerme en el espejo que delante de mí me retrata el alma; para que no falte un tantito de humildad en mi mente, ni carezca mi boca de la palabra sazonada y razonable, así, huyéndole a la altivez, nunca me nombro ‘dios’, sino siervo. Y claro, dicho con sincera humildad, ocurre que mientras más es la lumbre de tu propia estrella, menos necesidad tenéis de anuncios de trompeta. No hay forma, ni habilidad conocida, ni industria posible, que apague esa perenne música de tu melodía eterna. Es que siempre la luz, al abrirse paso, disipa las sombras. Es bueno cuidar, con inteligencia, dónde colocas la lámpara, porque la lámpara de aceite se coloca sobre la mesa, y no debajo de ella.

    → Dianiluz, Diana y Luz, bendecida atalaya con medicina y miel en la palabra, mujer voceadora de la gracia, ‘diosa’ igualmente del pensamiento que sana, luna y sol de nuestras almas... !Gracias compañera... Gracias! ¡Muchas gracias!
    [kike otero]
    Pd- Agradecido Sandrita (Sandra Santana), editora de conocidos dones.

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