Desde hace varios años practico
la Cuaresma. Y te preguntaras: ¿Cómo se
practica eso? En la co creación de una
espiritualidad funcional para mí, basada en mi formación cristiana, valores y
conciencia de amor universal, decidí llevar a cabo una peregrinación simbólica
por el desierto de mi vida. Lo que esto
significa es que utilizo la experiencia del maestro Jesús y la aplico de forma
simbólica. Primeramente, identifico un
área de mi vida espiritual que deseo mejorar o interpreto algo de la vida del Maestro
que deseo entender en mi propia experiencia.
Luego observo detenidamente por cuarenta días las cosas que llegan a mi
experiencia en forma de lección.
En esta ocasión, al comenzar mi “Cuaresma
Regenarativa” enfoqué en mi sanación personal dejando espacio para que el
Universo revelara aquello que debía de sanar.
Como abrazo todas las doctrinas que me alimentan el alma, mi Cuaresma
comienza con la misa de la iglesia Católica, aún cuando nunca he practicado el
Catolicismo. Sin embargo, escuchar a
Padre Efraín es una suprema experiencia religiosa. En esta ocasión me recibió con un gran abrazo
y un clavo con una cinta violeta. No
creo en el pecado como algo que describa quién soy, así que felizmente lo miré
y con la franqueza que me caracteriza pregunté: “¿Y esto, para qué es?” Padre Efraín, con su acostumbrada sabiduría
ancestral me miró de medio lado y dijo: “Ya verás”. Mientras miraba mi clavo con cara de “yo
nunca he clavado a nadie”, Padre Efraín comenzó la misa y sentenció: “Ese clavo que tienen en sus manos es una
invitación para que durante los próximos cuarenta días piensen a quién le han
clavado un clavo en el corazón.”
Confieso que se me fue el aire y
rápidamente comencé a pasar lista. Sólo
pude pensar en una persona, sin embargo, la memoria del clavo me acompañó por
mi simbólico desierto. Durante esta Cuaresma observé con cautela
todas las experiencias que estaba generando afuera, pero más aún, me observaba
por dentro. Cada día veía mensajes
poderosos y a veces contradictorios. Al
meditar, pensaba en el clavo y lo que provoca un clavo en el corazón. No me quedó otra que mirar mi dolor; un clavo
en el corazón produce mucho dolor. Como
apoderadora, parte de mi filosofía es practicar la felicidad. Me sentí muy complacida cuando, durante ese
período, Lily García me mostró su reflexión sobre herramientas de las personas
felices y mi nombre estaba en él. Buena,
muy buena señal. Sin embargo, el clavo
seguía ahí y es inevitable reconocer que en mí había mucho dolor que no se
había sanado, llorado o aceptado. La sanación
entonces tomó un profundo giro cuando entendí que hay mucho dolor enterrado que
debe ser amado para convertirse en la más diáfana luz…
En este proceso de valor, debo
reconocer que uno de mis más grandes maestros de la valentía y la sanación es
mi amigo y gurú, Benito Massó Jr. En su
primer libro auto biográfico NEGRO: Este
color que me queda bonito, Benny abre
su corazón para mostrarnos el dolor del racismo sufrido en su vida y su magno proceso de sanación. Un maestro es aquel que no teme mostrar su
fragilidad para luego compartir su camino de poder hacia la libertad, hacia su
resurrección. Benny sufrió mucho y logró
convertir su experiencia en una vida de abundante alegría que comparte con su
familia, amigos y ahora, en su nuevo libro, con el mundo. En el desierto de nuestra vida, al reconocer
nuestros demonios, podemos identificar nuestro ego, nuestros miedos, las falsas
creencias o nuestra necesidad continua de hacer responsables a otros de la vida
que creamos desde nuestro poder mental, entre otros. Lo
hermoso es entender que esos “demonios” son los regalos que al mirarlos y
vencerlos nos llevan a una crucifixión simbólica de lo que no funciona en
nuestras vidas para emerger a una magna resurrección de poder con una vida
plenamente iluminada.
Hoy no miro los clavos que he
puesto en el corazón de otros; miro a quienes pusieron un clavo en el mío. Los miro con gratitud, compasión, perdón y
con un deseo tan y tan profundo de abrazarlos que es una total transfiguración,
como la de Jesús, a un espacio en el que todos somos Luz. Al finalizar mi oración, ayuno y silencio en
Viernes Santo, tiré el clavo al río y me sentí feliz. Ya el sábado de Gloria estaba disfrutando
esta sanación y celebrando con una satisfacción difícil de describir. Hoy resucito a una vida libre de dolor. El proceso continúa, no termina hoy. Sin embargo, mi corazón está encaminado a una
felicidad total, donde el dolor, se queda, con los demonios, en el
desierto. Gracias Efraín, gracias,
Benny, gracias Maestro Jesús, gracias, gracias DIOS. ¡Feliz Día de Resurrección y Eterna Luz!
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