A Benny
“Misericordia quiero,
no sacrificio.”
Jesús, el Cristo
Mientras estudiaba en Brooklyn College, ciudad
de Nueva York, noté un día, al mirar por la ventana del salón de clases, a un
grupo de estudiantes de maestría compartiendo. Observé que del
grupo, conocía a casi todos los varones y a muy pocas de las chicas.
Interesantemente, el único pensamiento que me llegó a la mente en ese momento
fue: “Definitivamente, no soy gay.” Siempre he tenido una muy fuerte conexión
con la energía masculina, sin embargo, apenas he comenzado a entenderla y
amarla…
Creo que toda la vida estamos en estos julepes
de identificar quienes somos, porqué actuamos como lo hacemos, cómo es que mi
historia me define, etc. Hay una profunda necesidad de entendernos, para luego,
proyectarnos al mundo y ver cómo nos va con la aceptación. Ahí es que la cosa
comienza a distorsionar… el juego cambia cuando, en vez de escuchar nuestra voz
interior, comenzamos a definirnos por todo lo que nos llega de afuera. En lo
relacionado a la interacción entre los hombres y las mujeres, a través de la
historia, el cuento ha sido mayormente una gran tragedia griega.
Siempre digo que cuando las niñas vamos para
nuestra primera experiencia escolar, nos dan una lonchera que tiene una nota
adentro que lee: “Estudia para cuando el hombre te deje.” Nuestra primera
lección de abandono ya en el Kindergarden. Cuando entras por la puerta de la
escuelita maternal, ya los niños son tus enemigos… y luego en sexto, se forma
el gran reguero mental cuando comenzamos a “enamorarnos” de ellos. No puedo
generalizar en absoluto, pero sospecho que el conflicto de muchos de nosotros,
tanto hombres como mujeres, viene fuertemente de ahí, del temor profundo que
sentimos de ser abandonados, y eso a nivel energético, se traduce como
“abandono Divino” o desconexión de la Fuente. El abandono en este plano es un
reflejo simbólico de esa separación.
El sentido de abandono viene ancestralmente
desde la alegoría de Adán y Eva, cuando AMBOS hacen lo que no deben y la
Divinidad no les consiente su acción. Al salir del jardín se vuelcan contra la
Divinidad, y más adelante, por supuesto, se vuelcan el uno contra el otro
porque no había a nadie más a quién atacar… Especulo que Adán estaría sumamente
molesto con Eva ya que lo mismo le daría comerse una manzana, que una uva, que
una papaya… Los chicos en su naturaleza son muy simples. ¡Ahhh, pero nosotras
podemos ser bastante persistentes! Y ellos, bastante complacientes… Sin
embargo, el resentimiento ancestral sobre: “Estuvo chava que chava, hasta que
por fin, no me quedó otra que morder la dichosa manzana”, puede que sea
también un resentimiento reprimido que hay que sanar. Los hombre deben aprender
a decir: NO. El punto no puede seguir siendo, decirlo en la mente y quedarse
callados, eso es total DESEMPODERAMIENTO.
Tuve una pareja que era incapaz de dialogar sobre lo que sentía y se
anestesiaba el dolor con alcohol. Al reprimir su coraje y frustración, se
volcaba sobre mí con agresión pasiva. Hay que darles el permiso a los
caballeros a decir NO y ustedes, caballeros, deben aprender la belleza de este
monosílabo y usarlo. Una vez lo verbalicen, eso hay que respetarlo; de la misma
forma en a nosotras las mujeres nos gusta que se nos respeten nuestros ¡NO!
Al mirar desde los mitos las interacciones entre
el masculino y el femenino vemos, primeramente, que es un asunto ancestral y
segundo, debemos reconocer con excesiva compasión que hemos hecho un muy pobre
esfuerzo colectivo por mirar estos asuntos proactivamente, para ser capaces de
sanarnos los unos a los otros desde la posición más elevada del Amor.
Robert A. Johnson, en su libro HE, Understanding Masculine Psychology nos
presenta la leyenda de Parsifal y su búsqueda del Santo Grial. Toda la
simbología del Grial, tiene a su vez su origen en los fundamentos de la Luz y
la Vasija que nos presenta la Cábala. En su discurso menciona a Jung y nos
comenta sobre la naturaleza de luz y sombra de los arquetipos:
“La aceptación y unificación de la
parte sombra de nuestra personalidad es siempre difícil y dolorosa, pero
lograrlo resulta en el establecimiento de una sicología balanceada y de unidad,
que no sería posible de ninguna otra forma. Más difícil aún, es la inclusión de
parte del hombre de su femineidad subconsciente y a la mujer de su masculinidad
subconsciente.”
Esa pelea que tienes con tu pareja, o el padre
o madre de tus hijos, o con el reggeatonero que “usa a las mujeres” o el jefe
“machista” no es otra cosa que nuestra incapacidad de amar ambas energías
dentro de nosotros para luego ser capaces de manifestar afuera belleza y
bienestar. En el mito del Parsifal, se presenta el castillo del Grial en el que
habita el Rey Pescador o Rey Herido. En el mito el rey es incapaz de sanarse,
pero también, es incapaz de morir… El bienestar de todo el reino depende de la
“virilidad” del rey, pero el reino no prospera porque el rey está herido.
¿Resuena esto con algún país conocido por usted? Johnson nos reitera que TODOS
los hombres representan al Rey Herido. Pero, ¿por qué es importante en este
momento entender estos procesos? Sencillo, por dos razones fundamentales:
Primero, porque estamos en el umbral de la cocreación de un nuevo mundo y la
conjunción de AMBAS ENERGIAS es fundamental para la generación de este nuevo
espacio. Segundo, porque conectar al hombre con su misión de vida, más allá de
exigirles culturalmente que sean sólo proveedores, es la clave para
reconectarlos con su poder creador y lograr así, que a través del cumplimiento
de su misión personal, el rey sane. Expande Johnson este planteamiento cuando
nos explica:
“La herida del rey va más allá de
ser una laceración a su masculinidadad, su capacidad generativa está lacerada;
el rey es incapaz de crear.”
Me perdono. Me perdono y pido perdón en lo más
profundo de mi ser por todos los hombres, a los que consciente o
inconscientemente haya lacerado. Pido perdón en el nombre de Eva, de Isis, de
Afrodita, de Hathor, de Cleopatra, de mis bisa abuelas, mis abuelas… pido
perdón en el nombre de mi madre, en nombre de todas, pido perdón. Me perdono
por haberme tardado 50 años en amar al hombre que me habita en vez de tratar de
controlarlo, rescatarlo, sanarlo o simplemente “encojonarme” (¡qué apropiado!)
con él. Me perdono porque soy responsable
de todo este dolor, violencia y disfunción que veo afuera, que no es otra cosa
que un plan mayor para separar a la fuerza generadora más grande de la Galaxia:
LA SINERGÍA DEL MASCULINO Y EL FEMENINO
Confío, amigo y amiga que me lees, en que dedicarás
unos momentos a reflexionar con este escrito sobre cuál es tu historia de
dolor, bien seas hombre o mujer. Te invito a sanar, a perdonar… Observemos
desde la compasión las heridas y el abandono. No asignemos culpas. Comencemos a
mirar nuestras relaciones desde la Fuerza de la sinergía cocreadora, así estés
creando una relación, una familia o un nuevo mundo. Sanemos con compasión este
reguero ancestral, reconociendo que solo creamos una nueva historia si podemos
recomenzar desde un nuevo paradigma:
¡AMO AL HOMBRE QUE ME HABITA!
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