domingo, 25 de diciembre de 2016

JESÚS ES EL VORTEX

Esta es la visión:

Estoy de rodillas frente al niño. Sé que me habla… debo hacer un gran silencio para entender la sutileza de su mirada…
Me sonríe. Ya me ha liberado y apenas ha nacido… no hay necesidad alguna de salvarme de nada…
Hay una conspiración silenciosa de almas que se han visto ya por muchas vidas… Respiro…
Ahora, me toca a mí sonreír… y escribo.

Hoy es Navidad. Desde que mi hija dejó el nido el año pasado, se ha vuelto una tradición para mí acoger al pesebre en mi pecho, en vez de solo mirarlo bajo el árbol de Navidad. Cuando los niños se van y el espíritu de la Navidad se encarna de otra forma, la mejor opción es volver al pesebre… Siento olor a incienso, mirra y el oro está ahora mismo fluyendo de mis manos…

Para llegar a la convicción de que EL PADRE Y YO UNO SOMOS, tuve que escuchar al maestro Jesús de cerca por muchos años. Escudriñar su biografía en los cuatro evangelios; no conformarme con permitirle a otros que me contaran su historia. Mientras me criaba, estaba escuchando al mundo. El mundo decía que yo era una “pecadora”; que para alcanzar el reino debía sufrir y “ganármelo”.  El mundo decía que solo los santos obraban milagros. Le creí al mundo por un tiempo.

El maestro me susurraba: “Mi reino no es de este mundo… Yo he vencido al mundo.” Pero yo eso no lo entendía, porque el mundo me estaba hablando de él, excepto que el mensaje estaba distorsionado. No era un mensaje de empoderamiento; era un mensaje de controles, pecado y dolor. El mundo decía una cosa y EL me decía otra. Si, EL. Decidí creerle a Jesús y cuando lo hice, finalmente, las cosas que él hacía y más grandes fueron posibles para mí.

Un día, en el albor de mi despertar espiritual, mi mamá me regaló un libro de ángeles. En ese libro decía que los ángeles están aquí para ayudarnos y que si les hablamos, ellos nos contestan. De primera intención me reí porque yo no era la Virgen María, ni Jacob, ni José.  Aún así, les pedí tres cosas y al otro día de la petición, al otro día, ya se habían  manifestado dos. Era oficial: había entrado oficialmente en el reino de Jesús…  ¿Y qué tuve que hacer para lograr eso? Leer y pedir con Fe. Ni siquiera estaba muy segura de lo que estaba haciendo, pero sabía que no tenía absolutamente NADA que perder y mucho que ganar y con mi fe tamaño grano de mostaza sería más que suficiente…

De ese día en adelante las puertas del reino se abrieron para mí; pero no fueron las puertas de los cielos: fueron las puertas de mi intuición. Descubrí porque el Padre y Yo uno somos: somos la misma mente y nuestro puente de conexión es nuestra intuición. En la iglesia nunca me dijeron eso. Solo trataron de enfatizar en que yo no era digna de ser tan poderosa como la Divinidad. Afortunadamente, los ángeles hablaron más alto que el reverendo.

Las historias y los milagros son interminables, así que solo les contaré esta. En el otoño de 2013, los monjes del Tibet nos visitarían para hacer un Mandala en Puerto Rico y mi querido Danny Rivera, organizador del evento, me pidió que organizara el ciclo de charlas para el evento. Ahí me inicié como oradora y coach ante el mundo. Gracias Daniel.  Escogí hablar del Perdón y compartí el consejo de Jesús sobre el perdón y también la técnica hawaiana de Ho’oponopono. Muchas personas conectaron con mi mensaje y lograron sanar. Luego de una de las charlas, dos señoras mayores se acercaron tímidamente a mí para decirme lo que sintieron. Una de ellas estaba muy callada y conmovida. Finalmente, la señora me dijo: “Estas cosas no se le pueden decir a mucha gente porque las personas no lo creen, pero quiero decirle que el maestro Jesús estaba parado al lado suyo.”

Me quedé sin aire, sin habla, sin nada. Aún cuando sé que los maestros como Jesús ascienden para ayudarnos desde ese gran espacio de la luz, jamás imaginé tener el privilegio sagrado de contar con su energía junto a la mía. Tal vez, aún quedaban algunos vestigios de aquello de: “tu no eres digna.” Hoy, mientras escribo estas letras para ti, el está parado a mi lado. ¿Cómo lo sé? Porque la emoción es tal que las lagrimas fluyen imparables junto a las palabras…  El Maestro Divino me pide que para el nuevo año, comparta contigo estas cuatro enseñanzas:

Ø Ten fe en Dios.
Ø  Tu Padre que te ama conoce todas tus necesidades.
Ø  Ora siempre.
Ø  Pide para que recibas y tu gozo sea pleno.

Este es tu regalo de Navidad. Esa energía que llamo “El Vortex”, no es otra cosa que Dios en todas sus posibles manifestaciones, siendo tú una de ellas. Eres ese amor, esa fe, ese poder… Tienes la capacidad de conectar con todo lo invisible que trae a manifestación en lo visible todo lo que anhelas. Tú puedes obrar milagros. Conecta con tu intuición y descarta toda aquella creencia o pensamiento que suene a que eres “indigno”. Suéltala en confianza; el tiempo de los castigos pasó: Jesús ha vencido al mundo con amor.  Siéntelo… lo estoy enviando a tu lado mientras lees este escrito. Respira y  PIDE conectar con él: lo vas a sentir. ¡Feliz, feliz Navidad!


 Imagen de Jesus de las cartas Loving Words from Jesus de Doreen Virtue/ Arte Greg Olsen

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