"Y les dijo:
a ustedes les es dado
saber el misterio del reino de Dios."
Jesus
(Marcos 4:11)
El número cuarenta es sumamente simbólico. En
la Biblia aparece en varias ocasiones; 40 años la
peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, a Jonás se le informó que
Nínive sería destruida en cuarenta días y 40 días anduvo Jesús por el desierto.
El número cuarenta marca una profunda transformación. Por lo regular, es la
muerte simbólica de un proceso para dar nacimiento a una nueva etapa. Esta es
la razón por la cual a los 40 años se le llama el “mid-life crisis”,
que no es otra cosa que el punto más bajo en el ciclo total de nuestra vida.
Para entender mis “muertes y resurrecciones”,
todas simbólicas, en algún momento de mi desarrollo interior decidí crear una
“Cuaresma espiritual”. La Cuaresma, según la religión, es mayormente un período
de purificación, mediante abstención. Las personas se purifican dejando de
comer carne, o chocolates, o alcohol o no teniendo sexo, entre otros. En el ámbito
espiritual, la práctica es la abstención de un pensamiento o hábito que nos afecta
nuestra capacidad de conectar energéticamente con la Divinidad. Es un período
de profunda observación, tanto interna como externa. Diferente a la Cuaresma regular que establece
la iglesia, conmemorando el retiro de Jesús al desierto para encarar al demonio
en preparación para su ministerio, mi peregrinación es para unificar mi energía
a la de Jesús, el Cristo. El papel del “demonio” es hacerme dudar de que esto
es posible; hasta ahora, le llevamos ventaja.
El desierto es un espacio árido, inhóspito e
incómodo; idóneo para la transformación ya que nos saca de nuestra zona cómoda.
Para sobrevivir en este tipo de hábitat es necesario el ayuno y la oración continua.
El silencio es intenso y la conexión con la naturaleza es extraordinaria.
Supongo que es por esto, que Paulo Coelho ubica gran parte de su novela, El
Alquimista, en este escenario. Los alquimistas tienen muy buena relación con el
desierto; este espacio es propicio para expandir el poder.
Conocí a Jesús de pequeña. Me fascinaba
el cuadro que mami puso en mi cuarto de él con su rostro iluminado y esa bella
paz en su Ser; así fue que nos conocimos el Maestro y yo; en la luz, no en la
cruz. Con el tiempo me fueron contando su historia, sin embargo, en mi opinión,
esa historia estaba distorsionada. Luego, al leer los cuatro evangelios, me cercioré
de que así era. ¡Cristo Jesús!! ¡Qué gran cantidad de eventos de la vida del
Maestro me habían omitido! Mayormente, eran todos los momentos en que brillaba
por su humanidad.
Supongo que adentrarse en el desierto
significaba que debía decidir si aceptaría o no su misión. Quizás esto
sorprenda a muchos lectores, pero dada su condición humana, Jesús también tenía
libre albedrío. Sin embargo me sospecho que su rendición a la Divinidad era
incondicional, pero eso no significaba que tuviese todas las respuestas.
También tenía miedos, dudas y emociones que manejar en el camino a la sagrada
encomienda. Caminar de la mano de Jesús en la Cuaresma durante todos estos
años me ha ayudado a valorar tanto mi Divinidad, como mi humanidad.
Cuando entré en la rendición y acepté de
lleno mi misión, necesitaba entender el poder de este imponente individuo
que había sido mi guía, casi desde mi nacimiento. Para lograr eso, identificaba
en cada Cuaresma uno de sus dones: multiplicar panes y peces, sanar personas,
echar fuera demonios, etc. y pedía que se me revelara cómo él hacía sus
prodigios. Muchas de las experiencias vividas han sido impresionantes. Ahora me
toca entender nuestra conexión con el Poder Universal. Descifrar misterios,
encarar miedos y pasar 40 días observando todo lo que acontece a
mi alrededor, porque una vez creas la intención, las experiencias van a llegar y
está de ti invocar la sabiduría del Maestro para manejar las experiencias que
se manifestarán. ¡Advertencia! Esto es un ejercicio para valientes, para
aquellos que han retado el status quo,
para quienes quieren descubrir dentro de sí mismos el reino, porque ya se
dieron cuenta de que el reino no está afuera.
Cuando el Maestro Jesús dice que las cosas que él
hace y más grandes yo las puedo hacer, yo escojo creerle. Luego, estudio su
biografía, o sea, los cuatro evangelios y luego, sigo su ejemplo. Jesús era un
gran testimonio, tanto por las cosas que hizo como por las que decidió no
hacer. Jesús es muy real para mí y quienes han leído otras reflexiones de este
blog lo saben. La pregunta entonces es: ¿es el Maestro Jesús real para ti? Y la
magna pregunta: Genuinamente, ¿estás dispuesto a seguirle? Si la respuesta es
sí, ¡adelante! Nunca saldrás del “desierto” igual a como entraste; el demonio
siempre pierde…
Imagen: Loving Words from Jesus card deck
Doreen Virtue
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