Era un día de septiembre del año 1986. La ciudad de Nueva York se levantaba majestuosa mientras
caminaba por sus calles a mi primera clase en el Lee Strasberg Theater Institute. No sabía quién era Lee Strasberg y
como no había Internet, no era cosa de “Googlearlo” mientras esperaba por el
profesor de mi primera clase. Sin embargo luego me enteré: Lee Strasberg, quién
había fallecido cuatro años antes de yo llegar a su estudio, fue profesor en el
Actor’s Studio antes de fundar su propia escuela de actuación y entrenó, entre
otros, a Al Pacino, Paul Newman, Dustin
Hoffman y Angelina Jolie. Mientras
observaba el estudio de actuación y mi salón de clases, que era un teatro de
unas 100 butacas, pensaba: “¡Qué bueno que no le hice caso a
Victoria Espinosa!”
La Dra. Espinosa, insigne teatrera y directora,
me recomendó, luego de haber sido aceptada entre 1,000 estudiantes que
audicionaron en el 1986 para el afamado Tisch
School of the Arts en New York University, que mejor hiciera una
bachillerato en la “UPI” y luego hiciera la maestría afuera. Muy excelente
teatrista, pero pésima empoderadora, la doctora no logró que claudicara mi sueño
de estudiar en Nueva York y con la ayuda de Luis Rafael Sánchez y Antígona Pérez,
allí, al salón de Lee, fui a parar. Como no la escuché, ya para el 1989 trabajaba a tiempo parcial con el afamado
colectivo de teatro puertorriqueño en Nueva York, Teatro Pregones y
asistía en la escuela de teatro del Puerto
Rican Travelling Theater de Miriam Colón. Mis profesores de NYU quedaron atónitos
cuando les dije que ya había localizado un empleo permanente en un teatro antes
de graduarme. “But how? How did you manage something like
that?” me preguntaron. La
respuesta fue sencilla: “No escuché a Victoria Espinosa y no me gradué de la “UPI”.
La Universidad de Puerto Rico, con excepción
tal vez del recinto Mayagüez, es la micro caverna de Platón, pero
quién jamás ha salido a ver otras cosas, no puede jamás saber esto y muchos que
lo saben, no quieren aceptarlo. Sin duda, hay que dar mérito a que muchos
profesionales se han formado en este espacio y que en mis dos años allí, conocí a unos excelente profesores. Pero esa no es la regla; esa
es la excepción y luego de escuchar el cuento de mi hija de la profesora
mexicana que viene a Puerto Rico a enseñar e insultar a
nuestros estudiantes (y le pagamos por hacerlo), más convencida estoy de que la
institución necesita un serio ajuste. Estoy segura que el escritor y Prof.
Javier Ávila, ahora radicado en Estados Unidos dónde es reconocido como un
excelente profesor, mientras en la “UPI” sus colegas trataban de hundirlo,
estará de acuerdo.
Como todo en Puerto Rico, la institución tiene
el potencial de convertirse en una magna aula, pero para eso hay que trabajar y
hay que actualizar y hay que botar gente y el gobierno es buenísimo alzando
matrículas y los estudiantes son buenísimos protestando, pero NADIE quiere hacer lo que
hay que hacer: REESTRUCTURAR LA INSTITUCIÓN. Y que conste, reestructurar en lo
que desaparece, porque en la nueva Tierra donde la tecnología es la vía de
aprendizaje, estas instituciones van a desaparecer. Y qué bueno, porque aún no
puedo creer que la profesora que me enseñó a mí
pantomima en el 1985, fuese la misma profesora de Pantomima de mi hija en el año 2014. ¿Pantomima? ¿En serio? ¿Pantomima para qué? (Lector entienda que
en las instituciones teatrales más avanzadas se enseña Movimiento,
Expresión Corporal, etc.) Pues todavía está allí y morirá allí en el Julia de
Burgos porque no existe nadie en el país que realmente entienda que ya es hora
de sacar a la institución de la caverna y que hay que actualizarse y que quién
nos se actualice no puede enseñar a la GENERACIÓN MILENIO. La
mayoría de los profesores que me dieron clases en la UPR tenían maestrías de
otros países. ¿En serio que no sabían que una clase de 45 minutos tres veces
por semana para 20 estudiantes de teatro no es efectiva? Lector entienda, en
Lee Strasberg, recibía 8 horas de teatro semanales para 12 estudiantes, eso en
adición a canto, movimiento, dicción y Tai chi y todo esto solo en mi primer año. ¿Y por qué nos conformarnos
con la mediocridad? Sencillo, porque la excelencia a veces da mucho trabajo y supongo
que si el profesor se gana el mismo salario, ¿para qué innovar? Y me reitero,
sé que existen las excepciones…
Pues mi gente entiendan; la muerte es inevitable.
El mundo entra a una era tecnológica, plagada de estudiantes Milenio, Indigo y
Cristales (no que los “Baby Boomers” profesores entiendan nada de esto, ni les
importe) que no pueden conformarse con lo que se les ofrece porque ya su mente
está en otro nivel, mientras su institución educativa aún está en la caverna. Conozco
a dos extraordinarias profesionales que son el resultado de lo que será el
modelo educativo del nuevo paradigma.
Verónica Rubio, especialista en redes sociales
y mercadeo digital, luego de ir a la universidad, conectó a través de la
Internet con personas de varios países con las cuales sostuvo reuniones
semanales durante 3 años para intercambiar conocimiento de mercadeo y de cómo manejar
negocios en línea, entre otros. Exitosa profesional, autodidacta, cuya aula
educativa es la Internet. Por otra parte, la visionaria y revolucionaria
Cynthia Martínez, crea el concepto Barely
Famous Academy para ofrecer a su clientela un currículo que parte de todo aquello
que en su trayectoria como empresaria e innovadora, la universidad no le podía
ofrecer. Las nuevas generaciones están buscando alternativas de aprendizaje atemperadas
a su nuevo lenguaje: el medio digital. Por otro lado, la antigua necesidad de
probar que soy “alguien” con un título académico, está siendo rápidamente
reemplazada por la práctica de asegurar un empleo primero, debido a la merma
drástica de oportunidades en el mercado. Todo está cambiando; todo, menos la
UPR. Sin duda hay carreras que aún requerirán estudios universitarios, pero la
pregunta es: ¿tenemos estudiantes a quienes les interesen esas carreras? Las
personas están cada día conectando más y más con su pasión y misión, ¿eso le
interesa fomentarlo a alguna universidad? Pues no, el discurso siempre fue
estudia para que tengas una carrera y dinero y luego, esos mismos jóvenes están
viendo a sus padres colapsar ante la realidad de muchos: la infelicidad de
haber seguido la carrera equivocada.
El resultado de un sistema que honra el HACER
vs. El SER: una sociedad adicta. Adictos a los trabajos (para que no los boten
pues “no hay trabajos”), adictos a los antidepresivos, adictos al terror de la
escasez. Y los chicos Milenio, mirando eso dicen: “no, gracias, creo que voy a
hacer otra cosa.” Y los padres histéricos porque para sus hijos es más que
obvio que el sistema no funciona y ellos se rehúsan a verlo. Ante este panorama
cambiante, muchos de esos padres hoy defienden la institución del siglo pasado,
que para algunos funcionó, y a otros, como a mí, no deja de decepcionarme. Pero
lo importante de todo este panorama es entender que los cambios aterran y que una
institución no es otra cosa que la gente que la compone y que ante una nueva
generación altamente evolucionada, la única alternativa parece ser pelear y
protestar, cuando en realidad, la única alternativa es abrazar el cambio y renunciar
a la mediocridad a la que muchos se han conformado porque no tienen ni idea de
que existe un mundo más allá de la caverna. En un mundo en el cual las personas
sueñan con ser libres, las madres profesionales quieren trabajar y cuidar a
sus hijos sin dejarlos a las 6 semanas en un cuido, y los jóvenes aprenden todo
en su teléfono, la alternativa es PREGUNTARLES A ELLOS como quieren CREAR su
educación y luego de ESCUCHAR, entonces, sin pensar que nosotros los “NO
MILENIO” lo sabemos todo, accionar. Ante la inevitable desaparición de todas
las estructuras basadas en el EGO para dar paso a un nuevo mundo fundamentado
en el AMOR, el nuevo número que escojo es:
801-84-COMPASIÓN.
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