Hoy me dí permiso para llorar.
Ahora me doy el permiso para contarlo…..
Hoy me desperté con tanto
malestar que tuve que irme a caminar.
En el nuevo paradigma de la vida feliz, estos días ya no son bien
recibidos. No hay porque que estar tristes,
ansiosos o angustiados cuando vivimos en la certeza del continuo bien. Sin embargo, el cuerpo, a veces, aún tiene
dificultad en su proceso de alcanzar mi mente y espíritu. Bueno, pues, me lo llevo a caminar para que
acelere el paso hacia el bienestar.
Aún con el bello día y el paisaje
majestuoso del Río Grande de Loíza adornando mi vereda de ejercicios, quería
llorar. ¡Que pelea conmigo misma! ¡Que obsesión ridícula con la idea de que las
lágrimas son una muestra de debilidad!
Aquí yo, la EGO amazona que no da el brazo a torcer, decide que echarse
a llorar en público está más que bueno, para variar. Realmente, nadie me veía, pero es beneficioso
conversar con lo Divino en voz alta para que si ha estado ocupado, pues, suelte
lo que esté haciendo y nos preste atención.
¡Ah, y se hizo la Luz!!!!!!
Luego de mi rica terapia de
llanto y camino me senté en mi balcón a escuchar la brisa y al bebé de mi
vecina, llorando a grito limpio. Esa
fue la luz…..
La luz fue realizar que cuando
nacemos lloramos todos, todos, todos los días y a nadie le parece extraño. Lloramos a pulmón abierto, grito limpio y no nos
importa un bledo quien nos oiga.
Lloramos a pañal “quitao’” (aún no tenemos calzones) y por lo regular,
siempre recibimos lo que queremos y terminamos sintiendo bienestar. Me comentó el sabio de Rincón que cuando
lloramos es que, efectivamente, estamos naciendo de nuevo. Yo le añado, que como hemos aprendido a comer
solos y a immacularnos por cuenta propia, nuestro llanto de adultos es para
llamar la atención de nuestro Padre/Madre Divino cuando por alguna ilusión
incorrecta, nos sentimos solos. Los
bebés piden atención y nosotros crecemos y nos olvidamos de que es lindo que
nos atiendan y en muchas ocasiones, no nos atrevemos a pedirlo o tal vez lo
hacemos y las personas nos ignoran
porque no entienden lo que les estamos pidiendo. De vez en cuando, a
todos nos gusta que nos hagan gracias, que nos mimen, que nos acurruquen en el pecho de alguien
y nos canten una nana. Hemos crecido,
pero aún es bello sentirnos amados. Y
cuando no lo recibimos, lloramos y siempre luego de llorar, alguna caricia para
el alma se susurra en nuestro entorno y la vida vuelve a su cauce de felicidad.
Llorar es justo y necesario. Es bueno hacerlo a menudo, en vez de hacernos
los más fuertes y pensar que somos menos porque nos damos permiso para llorar. La invitación es a soltar y sentirnos libres
para llorar de nuevo como niños, a grito limpio si es necesario. Es rico llorar aceptando que solo nosotros
somos responsables de ese llanto porque ningún bebé culpa a sus padres ni a
nadie porque llora. Solo hace lo que por
instinto sabe hacer y se comunica hasta que recibe su respuesta y luego dice
con una sonrisa sencilla: “GRACIAS POR EL AMOR QUE ME DAS”. Bendiciones de Paz y Bien.
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