Con todo mi amor para mi amadas gemelas,
Marilyn y Milagros Angelica
Mientras caminaba en silencio
absoluto por el bosque, en total oscuridad, podía percibir las criaturas que
desde sus espacios observaban mis pasos.
El crujir de las hojas bajo mis pies marcaban el camino hacia un portal
desconocido creado por el eclipse de una apocalíptica luna roja. Eran casi las 5:00 de la madrugada y poco a
poco, me iba adentrando más y más en la vida de alguno de los personajes de
Paulo Coelho. Mi peregrinación simbólica
de Cuaresma, ahora mejor conocida como el período de la Gracia, estaba por
terminar. Tal vez era la Peregrina de Coelho en el Camino de
Santiago cuando por cuarenta días en el desierto de mi propia vida, iba
buscando respuestas y señales; todas necesarias para andar un nuevo camino en el cual ya no
existen ni mapas, ni brújulas, ni compases.
Iba al encuentro con una Luna de sangre eclipsada y a la unificación con
una Llama de Resurrección en un ritual que muy bien me pudo haber convertido en
la Brida de Coelho, aunque igual
podía ser la Athena de La Bruja de
Portobello, aunque estoy clara de que soy la Fátima que espera por Fe en el desierto que habita un Alquimista.
Mientras el tiempo pasa y el
desierto mueve las arenas del alma, me adentro en mi espacio de silencio
contemplativo para reencontrarme con mi más grande amor: Yo misma. Los viajes
simbólicos al desierto son necesarios para la compenetración con lo que Coelho
llama el alma del mundo. Si no entramos en estos espacios
de encuentro con nosotros mismos, la vida continuará soplándonos como una
brizna al viento. En el encuentro con nosotros en conversación con el dialecto
de nuestra propia alma, encontramos el lenguaje con nuestra dimensión Crística,
con nuestra dimensión Divina; este es el espacio abierto donde todas las
posibilidades del Ser se levantan triunfantes y resucitadas, luego de un tiempo
de profunda y genuina reflexión.
Es recomendable adentrarse en
nuestros desiertos a mirar nuestros demonios.
Cada período de Gracia, me ha abierto las puertas al feliz encuentro con
todas mis oscuridades y todas mis posibilidades. Mis miedos mayores no son otros que saber que
puedo obrar milagros pero verlos manifestados me asusta aún. Para enfrentar mis
miedos entré en la libre elección de aprender del Maestro; hice cosas desde
sanar personas hasta mirar cara a cara demonios en aquellos seres que en sus
miedos permiten que la oscuridad les domine. Tuve que domar mis propios demonios
y los de otros. Vencer todos los miedos ha sido el más grande logro en mi
peregrinar simbólico por este desierto.
A lo largo de mucho andar por mi
simbólico espacio Cuaresmal, auto creado como un ejercicio de potencialidad
espiritual, supe quién era el Cristo. Entendí sus fortalezas y debilidades, sus
corajes, los cuales nunca se me predicaban en la iglesia, sus amores, sus
pasiones, en fin, a lo largo de mi camino me adentré en su energía. Lloré con
él, reí con él. He bendecido niños y maldecido
higueras. He multiplicado panes y en mis funciones como Coach, he devuelto
simbólicamente la vista a muchos, muchos que no podían ver…
En esta vuelta de mi
peregrinación simbólica de la Gracia, me ha tocado entender los viajes continuos del Maestro y ensamblar un grupo de poderosos visionarios
que expandirán el camino de la Luz en sus respectivas encomiendas. Esta vez, se me dio el privilegio de anclar
sobre la Tierra el Amor Incondicional como una muestra de confianza plena de la
Divinidad en mí. Fue tal vez algo como aquel
bautismo en el que Juan reconoce la presencia del Maestro y su Padre que le ama
le celebra: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia.” (Mt. 3:17) Mientras en este ritual simbólico se
activaban estas nuevas energías, miraba a mi alrededor y podía ver y sentir ese
amor que ahora se anclaba en la Tierra como el Espíritu Santo se anclaba sobre
el Maestro al momento del bautismo. Era entonces la historia de Coelho, A orillas del río Piedra me senté y lloré
cuando el Seminarista trata de entender su llamado: ¿Es Dios o es Pilar? Afortunadamente, ambos eran una misma cosa...
He creado para mí una vida de
amor. Es una vida que no está exenta de
lágrimas en el Getsemaní, ni de personas que brillan, no con luz, sino como
sepulcros blanqueados, ni de amigos que huyen a la menor provocación ante las
dificultades apremiantes. He vivido
muchas pequeñas crucifixiones resultado de jamás haber abdicado, ni mi poder,
ni mis convicciones espirituales. He perdonado y enseñado a otros a perdonar y
sobre todo, he aprendido a perdonarme mis propios sabotajes y a tratarme con
gentileza y compasión. He manifestado grandes milagros y me complace decir a
otros que las cosas que yo hago y mucho más grandes aún ellos pueden hacerlas
también.
¡Esta es mi Resurrección!
Voy de camino al bosque a
encender la Llama de la Resurrección que llega a la Tierra a traer una abundante energía de amor
que iniciará nuevos encuentros entre almas y llamas gemelas, responsables de
continuar expandiendo el Bien que transforma nuestro planeta. No estoy sola. Camino con varios
gemelos y gemelas de alma que han llegado para andar junto conmigo y llevarme
desde vidas pasadas en lugares como Atlantis hasta la entrada misma del portal
que abre la Llama de la Resurrección y más allá. ¿Lo próximo?
Que los que no me entienden me apedreen con sus miedos, que los que me
entienden me reciban y deseen alcanzar nuevas alturas de amor y poder puesto al
servicio de la humanidad; lo próximo es una Resurrección a una vida que no se
cual es pero tampoco tengo que saber. Ya solo me toca confiar. Mi oración es que mi intuición sea clara y me
ofrezca la guía diaria en mi salida de este desierto simbólico hacia una nueva
Luz.
El mapa es uno solo y es claro: “¡HÁGASE
TU VOLUNTAD!”
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